Había una vez un pueblecito donde
las calles eran muy estrechas, tan estrechas que los vecinos que
vivían en una acera podían darle la mano a los vecinos
de la acera de enfrente.
Para que los animales pudieran pasar por
las calles sin molestar a las personas, el alcalde había dado
la orden de que siempre que pasara alguien con un animal fuera
diciendo en voz alta: “Apártense por favor”. Así,
la gente tendría tiempo de arrimarse a la pared.
Imagen sacada de: Google Imágenes.
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