La tarde estaba alegre. El sol y las sombras jugaban al escondite, un viento suave acariciaba las hojas y un niño y un perro cantaban a voz en grito. Los
pájaros miraban posados en los árboles: <<Están locos>>, debían de estar pensando.
Por la noche, Quique no lograba dormirse:
-¡Mamá!- llamó bajito.
Mamá podía escucharlo, porque el cuarto de Quique estaba justo al lado del de papá y mamá y entre los dos había una puerta que se quedaba siempre entreabierta, aunque papá decía que ya iba siendo hora de dejarla encerrada.
-Mamá.
-¿Qué, Quique?
-¿Verdad que es fantástico?
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