miércoles, 20 de marzo de 2013

Escritura creativa:

El famoso hombre rico
Érase una vez, un empresario viejo y sabio llamado Jorge Santos. El anciano vivía en un castillo de La Habana , capital de Cuba, no uno cualquiera, ¡sino un castillo en una colina en el mar! Por tanto, él era un hombre muy rico.
Jorge era un hombre hablador, sincero y muy amable con los demás. Era moreno, con los ojos azules, la nariz puntiaguda, las orejas muy pequeñas, la boca muy grande, con el pelo teñido de marrón, la boca muy grande y sobre todo, le resaltaba una larga barba que le llegaba hasta las rodillas.
Un día, Jorge se encontraba en su hermoso castillo tomándose un café con mucho azúcar, una copa de alcohol y además se estaba fumando un puro habano. Mientras miraba por la ventana los jilgueros volando se empezó a aburrir, y por eso cogió uno de sus montones de libros y se puso a leer: "Mientras que la reina practicaba un poco de hípica, un vándalo mataba al rey por detrás de la vanguardia..."
Hasta que se cansó de leer y pensó que con los pocos años de vida que le quedaban, empezaba a pasarlo bien de verdad. Entonces, cogió uno de sus yates, cruzó el embalse y se fue directo para la ciudad. Primero, contrataría a unos guardaespaldas para que lo protegieran de los mafiosos etc. y luego, lo más importante, ¡iría a vivir la vida!
Cuando contrató a los guardaespaldas, se fue escondiéndose de la prensa y de los paparazzi para que no le hicieran fotos sin su permiso. Cuando estaban recorriendo las calles de la ciudad, encontraron una discoteca muy popular de allí, pues sólo podían entrar gente privilegiada, famosa y con mucho dinero. Se tiraron unas cuantas horas bailando y bebiendo, hasta que al final quedaron ebrios.
Uno de sus guardaespaldas le dijo que llamaran a una limusina para que les llevara al puerto, donde se encontraba su yate.
Entonces, Jorge le dijo que sí, pues era lo más seguro. Cuando llegó la limusina, un ciudadano, a pesar fan suyo, se dio cuenta de que era aquel Jorge Santos y por eso gritó esto bien alto: ¡Es Jorge Santos! Por tanto, muchas personas empezaron a correr tras él y por eso el hombre tuvo que rehuir la limusina e irse corriendo. Corrían como podían hasta que encontraron un estrecho callejón donde había diferentes salidas.
Ni se lo pensaron dos veces y cogieron una de las salidas, mientras que sus fans se despistaron y cogieron otra. Más o menos lo dejaron un poco despistados y entonces Jorge se quedó un poco más tranquilo.
Cuando llegaron al puerto, cogieron el yate y se fueron pitando para el castillo. Ya saliendo del puerto, sus seguidores les vieron otra vez y entonces Jorge tuvo que arrancar rápido e irse muy veloz para que no les encontrasen. Cuando llegaron al castillo, Jorge se dio una ducha bien fría, cenó muy poco y se durmió pensando que el día siguiente iba a ser aún más difícil que este día, y que iría a otra ciudad más famosa para que no tuviera que estar escondido entre sus guardaespaldas.
Y Colorín Colorado, este cuento se ha acabado.

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